Una dosis de silencio

Manuel López Casquete

Como comentaba en uno de mis recientes post, Manuel López Casquete es un joven sabio, no por sus conocimientos, sino “por su conocimiento”; no por su retórica, sino “por su silencio”; no por sus éxitos, sino “por sus vivencias”; pero además por su humildad. Agradezco enormemente estas reflexiones para mi/nuestro blog

Sueño con el día en que los médicos

“receten” Silencio a sus pacientes.

José Fernández Moratiel.

SILENCIO Y SALUD:

Creo que a estas alturas del siglo XXI nadie cuestiona ya que el ser humano es una unidad en sus múltiples dimensiones, y que la salud no consiste exclusivamente en la curación del cuerpo.

Muchos de nuestros síntomas y enfermedades son manifestación de situaciones no encajadas, traumas no resueltos, complejos o emociones retenidas. Todos estos bloqueos provocan en nosotros tensión, rigidez, angustia, miedo y stress, cuyos efectos se dejan sentir tanto a nivel muscular y articular como en el plano del funcionamiento fisiológico del organismo.

Atender a nuestro mundo interior es un asunto crucial en el cuidado de nuestra salud.

Nuestro mundo interior: una visión propia

Pero en la atención a nuestro mundo interior no nos jugamos “sólo” la salud, sino todas nuestras posibilidades de afrontar un camino de desarrollo humano integral.

A lo largo de la historia, el ser humano ha conocido muchos caminos de profundización en su propia interioridad, que han cristalizado en múltiples corrientes de espiritualidad y sabiduría. Pero casi todos tienen en común un aspecto crucial: el Silencio.

En el Silencio, el ser humano puede volver su mirada al interior para encontrarse con quien es. Con quien es DE VERDAD, desnudo de todos los ropajes, preocupaciones, aspiraciones y expectativas que ocultan nuestra auténtica identidad.

Mientras vamos profundizando en este camino de reencuentro con nuestra identidad más cierta, van aflorando todos los bloqueos y situaciones no resueltas que hemos arrastrado durante gran parte de nuestra vida. De alguna manera, en el camino del Silencio podemos reencontrarnos con ellos, permitir que afloren e, igual que las nubes expuestas al viento y al sol, dejar que se vayan deshaciendo ante nuestra mirada atenta. Se trata de un proceso profundamente terapéutico.

El dominico José Moratiel, maestro en el arte del Silencio, comparaba esta práctica con un drenaje: sucede gota a gota, de forma gradual, casi imperceptible, pero es muy efectiva.

Estoy profundamente convencido de los beneficios del Silencio para la salud, pero no acaban aquí sus posibilidades. A través de ese camino interior, de ese afloramiento de nuestros bloqueos, vamos acercándonos cada vez más a nuestra identidad última, a esa dimensión trascendente que habita en el hondón del alma humana.

Contemplar nuestra profundidad en el Silencio nos habla de trascendencia, del encuentro con la presencia infinita que nos habita, que nos sobrepasa pero en la que, paradójicamente, reconocemos nuestra más genuina identidad.

Foto: Humble Piety

Con otras palabras, la experiencia del Silencio despliega ante nosotros el misterio humano en toda su amplitud y su profundidad, y nos capacita para contemplarlo desde una mirada atenta y asombrada. Toda nuestra realidad, todo el misterio de nuestra persona y nuestra identidad, aparecen ante nosotros en su expresión más íntima y esencial.

Pero aún hay más. La contemplación de nuestra genuina identidad nos abre a una profunda transformación, a una auténtica revolución interior: el desarrollo de la más humanizadora de nuestras capacidades, la capacidad de amar.

El amor es el centro, el núcleo de la experiencia del Silencio. Un amor que abre las acequias de nuestro ser y que irriga toda nuestra persona en sus múltiples dimensiones. Un amor que, más allá de sus beneficios terapéuticos, nos invita a una existencia limpia y renovada. Una existencia que brota del abrazo íntimo con lo infinito que nos habita.

 Manuel López Casquete de Prado.

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