La COVID-19, la mayor pandemia de la era contemporánea, ha generado un gran impacto en la salud física y mental de los profesionales que trabajan en el sistema de salud. Una factura que, hoy en día, sigue pagando el conjunto de los trabajadores de los centros sanitarios, el motor del sistema, y que todavía no cuenta con una respuesta estructurada ni homogénea a nivel nacional. “Los equipos profesionales no son lo que eran. Se ha producido un cambio cualitativo clarísimo”, afirma el doctor Julio Zarco, presidente de la Fundación Humans. Con el propósito de prestar asistencia al “cuidador herido”, la Fundación Humans, entidad cuyo objetivo principal es facilitar los procesos de humanización de las organizaciones sanitarias, emprende el proyecto AtHenea, una ambiciosa iniciativa para acompañar a los profesionales sanitarios en su proceso de recuperación.
AtHenea nace para dar respuesta a las necesidades de apoyo psicoafectivo y ofrecerá de forma gratuita a los profesionales de la salud recursos psicológicos, laborales, legales y sociales que les ayuden a superar las situaciones de burnout y de estrés postraumático. Al padecimiento personal que han vivido y compartido con el resto de la ciudadanía, los trabajadores del sector sanitario han sumado la presión por atender adecuadamente a sus pacientes en momentos en los que la escasez de medios confluía con la de recursos humanos, con una enorme carga asistencial, un elevadísimo riesgo de contagios entre ellos y sus familias y el miedo constante a enfermar y dejar al equipo bajo mínimos. “La incertidumbre que provoca enfrentarse a una crisis sin precedentes y a un enemigo desconocido, los continuos cambios de protocolos, los dilemas éticos y las muertes son algunas de las causas que han terminado minando la salud mental de los profesionales y dejando secuelas en ellos”, subraya Zarco.
Todavía son escasos los estudios sobre el bienestar profesional durante la pandemia, priorizándose el análisis sobre los aspectos epidemiológicos de la enfermedad. Sin embargo, diversas investigaciones están dando cuenta, tanto a nivel internacional como en España, de los niveles de agotamiento emocional de enfermeras y médicos. Así como de la sintomatología asociada a un desgaste prolongado: crisis de ansiedad, episodios depresivos, preocupación e insomnio y un alto nivel de estrés, que se han cebado, especialmente, en el personal que ha prestado asistencia en primera línea (servicios de Urgencias, Cuidados Intensivos y Neumología), en las mujeres y en el colectivo de enfermería. Entre el 30% y 70% de los sanitarios, de forma más acusada en los de primera línea, ha experimentado algunos de los síntomas citados según los estudios realizados en diferentes países.
Las dos fases del proyecto AtHenea
Profundizar en las experiencias emocionales, conocer los riesgos de salud física, psíquica y emocional asociados a medio y largo plazo y los posibles factores de protección, así como las necesidades de apoyo de los distintos perfiles profesionales es una de las prioridades del proyecto AtHenea. Este análisis marcará el punto de partida para el diseño de estrategias óptimas y eficientes que incorporen metodologías cualitativas a través de las que se recojan las vivencias y necesidades específicas del personal.
“Hasta ahora los planes de humanización de las organizaciones sanitarias no contemplaban, salvo alguna excepción, a los profesionales sanitarios. Los servicios de salud no han dado respuesta en general a las necesidades postcovid de los profesionales o lo han hecho de forma dispersa y muy heterogénea a través de los servicios de Psiquiatría, de Prevención de Riesgos Laborales o mediante iniciativas individuales. Pero no existe una iniciativa vertebrada ni homogénea”, resume el presidente de la Fundación Humans.
Ese es precisamente el espacio que pretende cubrir el proyecto AtHenea, que se desarrollará en dos fases. En la primera, de análisis, se evaluará el alcance del impacto de la pandemia en los diferentes colectivos y categorías de personal sanitario a través de una encuesta anonimizada a profesionales de la salud para conocer su situación a nivel emocional, así como para detectar las percepciones y necesidades existentes. La segunda fase del proyecto se centra en el desarrollo de una plataforma digital de acceso libre que se plantea como espacio de apoyo, conocimiento y formación en habilidades emocionales. La iniciativa ofrecerá servicios de atención profesional personalizada, a través de llamadas gratuitas a un teléfono de apoyo atendido por especialistas con experiencia en el tratamiento de profesionales de la salud.
El proyecto, que se desarrolla con el apoyo de la compañía AstraZeneca, propone un modelo de colaboración público-privada para el diseño de estrategias innovadoras y se abre a la participación de las organizaciones profesionales y las entidades sanitarias. “Vivimos en un entorno marcado por los desafíos y las necesidades del sistema de salud son cada vez más complejas. Dar una respuesta adecuada requiere el compromiso de todos los agentes implicados. Esta iniciativa nos brinda una oportunidad para consolidar alianzas y ofrecer a los profesionales sanitarios, que son el verdadero motor del sistema, los recursos necesarios para su recuperación. Es nuestro deber cuidar a los que nos cuidan”, señala Marta Moreno, directora de Asuntos Corporativos y Acceso al Mercado en AstraZeneca.
Humanismo participativo
Aunar esfuerzos integrando diferentes perspectivas es el propósito de la I Jornada Humans de Humanización de la Asistencia Sanitaria que marcará el arranque del proyecto. La cita, que se celebra el día 25 de junio y cuyo lema es “Humanismo participativo. Compromiso con el profesional” cederá protagonismo a los profesionales sociosanitarios que participarán en diferentes talleres. “Abordaremos temas trascendentales que girarán en torno al dolor, el autocuidado, el humanismo y la interdisciplinariedad y lo haremos desde una perspectiva integral en la que todos los interlocutores tienen algo que decir”, explica el doctor Zarco.
Dos de esos interlocutores son Juan Torres y Marina Moreno, profesionales que compartirán sus experiencias en el proyecto AtHenea. Torres es jefe de Medicina Interna del Hospital Universitario Infanta Leonor, en Madrid, uno de los epicentros de atención a pacientes COVID-19 en Europa durante los peores meses de la pandemia. Llegaron a tener 700 ingresados por la enfermedad, cuando habitualmente disponen de 320 camas.
Cuando se desencadenó todo, se encontraron con una cantidad ingente de pacientes que ingresaban muy graves, los recursos eran limitados y los equipos de protección individual insuficientes en muchos casos. “A eso había que sumarle la difícil conciliación con la vida familiar, con los turnos interminables y el miedo continuo de contagiar a tu familia”. En su caso, su mujer también es médico y se vieron obligados a enviar a sus tres hijos con sus abuelos fuera de la ciudad durante casi tres meses.
“El problema se ha alargado en el tiempo mucho más de lo esperado y, aunque por parte de los servicios de salud laboral de los hospitales se han creado grupos de apoyo, mi percepción es que a los profesionales sanitarios nos cuesta reconocer cuando tenemos un problema, y más en nuestro entorno laboral. Creo que, por eso, muchos no han hecho uso de esa ayuda y no ha sido todo lo eficaz que debería”, apunta el doctor Torres, que recuerda que esto todavía no ha terminado y que en el hospital en el que trabaja hay actualmente 60 pacientes ingresados por covid. “Aunque parezca que la enfermedad ha desaparecido, nosotros seguimos trabajando sin descanso”, concluye.
Marina Moreno es enfermera en un centro de salud rural. Estuvo al pie del cañón desde el inicio de la pandemia hasta que, a finales de 2021, en plena sexta ola, la covid le obligó a ausentarse durante tres meses de su puesto de trabajo. “Pasado ese tiempo pedí el alta voluntaria para reincorporarme. Todavía no estaba recuperada, pero había mucho trabajo por hacer y una gran parte de la plantilla estaba también de baja por la enfermedad. Es muy complicado gestionar ese exceso de demanda por parte de la población con una carencia tan grande de profesionales”, advierte Moreno.
Explica que la sobrecarga de trabajo a nivel físico se puede soportar, pero el plano emocional es mucho más complicado, sobre todo cuando la situación se alarga tanto en el tiempo. “Los profesionales de la salud nos hemos sentido solos muchas veces; he echado de menos poder recurrir de una forma organizada a mi institución para hablar de las secuelas que me ha dejado la covid, tanto físicas como emocionales, y que me acompañen en el proceso”. “Por eso -añade- me parece tan importante que la humanización que se persigue para los pacientes también incluya a los profesionales que les tratamos; para cuidar a los demás tenemos que cuidarnos nosotros primero”.
Los farmacéuticos también han sufrido las consecuencias de estar en la primera línea de defensa. “Estuvimos no solo recomendando sino entrenando en el uso de medidas preventivas y protectoras para evitar la transmisión, identificando síntomas y prestando apoyo emocional importantísimo no solo a los pacientes sino también a los familiares en su duelo. Hemos aprendido cómo reconocer los problemas emocionales que han azotado a toda la población y también a nosotros mismos y a nuestros equipos”, señala la farmacéutica Rosalía Gozalo. Gozalo se contagió y, además de experimentar estrés, insomnio y ansiedad a causa del virus, sufrió una acusada pérdida de cabello. Sigue en tratamiento y los síntomas de fatiga, falta de concentración, dolor de cabeza, ausencia de apetito y fallos en la memoria persisten.
“El impacto psicológico para los farmacéuticos ha sido altísimo, en muchos casos muy severo, y los niveles de ansiedad que hemos tenido y que seguimos manteniendo son muy elevados como consecuencia de la gran exposición al contagio y también al gran sufrimiento percibido por parte de nuestros pacientes y familiares que forman parte de nuestra vida cotidiana. La nueva normalidad tampoco está siendo fácil porque sufrir y ver sufrir está suponiendo un enorme agotamiento emocional”, apostilla.