En estos tiempos donde lo multidisciplinar y el trabajo en red son expresiones comunes en toda formación, investigación o ponencia, debemos reflexionar sobre esos espacios de trabajo conjunto entre profesionales y entre instituciones desde una mirada humanista de la asistencia.
Consideramos que el punto de vista biopsicosocial de la atención presupone el trabajo multidisciplinar: la conjunción de miradas profesionales en torno a lo que le ocurre a un paciente es, sin duda, la base para una asistencia más humanista. Asimismo, no dudamos de que la colaboración con otras instituciones y agentes implicados en la atención es indispensable para dar respuesta a las necesidades complejas de las personas, desde una mirada sociosanitaria, e implicando —sin lugar a duda— al movimiento asociativo de pacientes en este trabajo en red.
Todos tenemos claro que solos no podemos, que la colaboración es la base para ofrecer una asistencia más humanizada y centrada en la persona. Pero entonces surgen una o varias preguntas: en esos espacios donde nos coordinamos, hablamos con otros profesionales, con otras entidades e instituciones, y llegamos a acuerdos sobre aspectos clave de la asistencia… ¿dónde está el paciente? ¿Consideramos estos espacios de trabajo en equipo o de coordinación como espacios asistenciales y, por tanto, también susceptibles de una mirada humanizadora?
Mi experiencia personal es que no. No solemos pensar en la dignidad, la intimidad, el respeto, la participación o la escucha cuando realizamos actos asistenciales indirectos, sin la presencia del paciente. ¿Nos hemos planteado si serÃa adecuada su presencia en esos espacios de coordinación? ¿Le explicamos con quién y por qué vamos a hablar sobre su caso? ¿Qué expresiones usamos cuando hablamos del paciente sin que esté presente?
Todo acto que tenga un efecto directo sobre la vida del paciente es un acto profesional que debe ser mirado desde una perspectiva ética y moral. Nos preocupamos por cómo escuchamos, cómo trasmitimos la información o en qué espacios cuidamos y tratamos. Todo eso es fundamental, pero la humanización es una actitud, una manera de ser y estar en la relación con el otro que debe estar presente incluso en esos momentos donde ese otro no esté.
Cuidado de uno mismo, cuidado de los otros y cuidado de las instituciones
Cuando trabajamos desde una mirada ética en las instituciones sanitarias y sociosanitarias, debemos tener en cuenta —siguiendo a Paul Ricoeur, citado por Teresa Zamanillo— que toda ética implica, en general, y en nuestro caso como profesionales: el cuidado de uno mismo, el cuidado de los otros y el cuidado de las instituciones.
El cuidado de los otros define en sà mismo a las profesiones sanitarias y las profesiones de ayuda en general. La lógica de garantÃa de derechos de los destinatarios de nuestras acciones profesionales también es un elemento clave de la actividad de las organizaciones profesionales. La buena praxis humaniza al que la realiza y es la base de una atención humanista. Es este cuidado del otro el que debe estar presente en todo acto profesional directo o indirecto. Coordinar y trabajar en equipo son actos asistenciales; actos de cuidado social y sanitario.
El cuidado de las instituciones es un elemento aún más importante si vinculamos, como no puede ser de otra forma, humanismo y democracia. Humanismo y derechos son conceptos indisolubles. Por tanto, los derechos, la participación del paciente y el paciente como principal agente del proceso son elementos que no debemos de perder en esos espacios de trabajo multiprofesional e interinstitucional.
Ya, en distintos foros, he planteado que debemos hacer para extender la humanización de la asistencia a espacios que no consideramos asistenciales. Por una parte, debemos hacer llegar la humanización a los distintos agentes de las redes de intervención además de plantear principios básicos de la atención individualizada en los espacios de coordinación.
También debemos compartir lenguajes y cultura en torno al humanismo como modelo, poniendo sobre la mesa los marcos de intervención cuando nos coordinamos. Tenemos que hacer partÃcipe a la persona de la complejidad de la red y de la complejidad de la toma de decisiones en la misma. Asimismo hay que pensar en la confidencialidad con respecto al paciente y al profesional en términos de respeto mas que en protección de datos. Pensar en el marco ético y deontológico más que en el normativo que puede hacernos perder de vista el marco de nuestra intervención.
Asà las cosas, debemos ser flexibles, ser capaces de adaptar el sistema a la persona y no la persona al sistema. Es fundamental dar lugar a la persona usuaria en el proceso y tomar consciencia: asumir la responsabilidad del acto profesional en todos los contextos de intervención.
Daniel Gil, patrono de la Fundación Humans.