Nikos Kazantzakis, uno de los más importantes escritores griegos del siglo XX, relata con una belleza inusitada y una gran fuerza de espíritu, la vida de Francisco de Asís en el libro» El pobre de Asís». Si Francisco lo pudiera leer, quedaría absorto con su lirismo y la fuerza que desprende sus páginas, pero también es bastante probable que nuestro querido Fratello, se sonrojara ante algunas manifestaciones del escritor cretense.
Francisco de Asís es quizás uno de los personajes históricos de la hagiografía católica sobre el que más se ha escrito, tal vez debido a la ternura, simpatía y devoción que despiertan su humildad, su imitación de Cristo, su gran bondad y amor a «lo pequeño», a las cosas sencillas. De ahí que se le haya denominado: «alter Christus», el «otro Cristo». No es mi intención glosar aquí la figura del que sin lugar a dudas es un hombre de los que más despiertan mi interés, por lo que no descarto hacerlo en otro lugar y momento, pero lo que sí quiero es glosar esta interesante novela del griego Nikos Kazantzakis (1883-1957). Aunque entre todos los textos y relatos publicados sobre la vida, obra y figura de Francisco, quizás el más conocido y por supuesto muy recomendable es el «San Francisco de Asís» de G.K. Chesterton, tal vez uno de los mejores relatos del británico, no le queda a la zaga el texto del griego.
Llama poderosamente la atención que el autor griego más importante del siglo XX, que perdió por un voto el Nobel de literatura de manos de Camus y que tiene una extensa e impresionante producción literaria, sea tan poco conocido. Si a nuestros lectores les decimos que Kazantzakis es el autor de la famosa novela «Alexis Zorba, el griego», que fue llevada a la pantalla en 1964 por Anthony Quinn y de la impresionante «La última tentación de Cristo», que también llevó a la pantalla en los años 80 Martin Scorsese, quizás ahora empiecen a situar la verdadera dimensión de Nikos, un buen hombre que fue un eterno buscador. Si yo tuviera que clasificar a Kazantzakis como escritor, lo situaría dentro de los llamados «escritores espirituales», es decir, autores cuyas obras están impregnadas de la búsqueda del Ser, de Dios, y en definitiva, que realizan obras para y por la transformación del individuo, obras para el crecimiento y desarrollo del Ser. No significa que sean escritores «religiosos», sino más bien «escritores del Ser». En los libros de Kazantzakis, llenos de poesía y deudor del espíritu Homérico, se narran la angustia metafísica y existencial, la búsqueda de nuestros orígenes, la lucha interna del hombre para llegar a ser mejor, para encontrar la verdadera fuente de la felicidad. Por ello quizás Kazantzakis esté en la estela de autores como el propio Tolstoi, Hesse, Mishima o Chesterton. En el panorama actual observo pocos autores que pudieran etiquetarse con este calificativo. Me viene pronto a la mente el nombre de Paolo Coello, pero pienso que tiene una mayor dimensión literaria la italiana Susanna Tamaro y nuestro querido Jose Luis Sampedro, cuya literatura pertenece al “Olimpo de los grandes”.
Hay algo en la literatura de Kazantzakis que me recuerda y evoca lejanamente a Sampedro y quizás sea esa preocupación por lo humano y su tremenda sensibilidad, lo que en otros lugares hemos descrito como «el conocimiento por los sentimientos». Por otro lado, tanto el español como el griego, son dos autores que buscan el conocimiento de lo más profundo del Ser, la búsqueda de la eterna fuente de la vida. Para mi los dos son dos místicos visionarios.
La vida de Kazantzakis fue una vida de compromiso personal y social. Apasionado del comunismo predicado por Lenin, pronto fue consciente de la manipulación a la que sometió esta doctrina al «hombre libre» y si algo era Nikos, era un apasionado de la libertad. Si hubo un personaje que influyera de una manera nuclear en su obra, este es Cristo, pero un Cristo no místico ni teológico, sino un Cristo-Hombre, con su angustia existencial, sus dudas, sus sentimientos y su eterna búsqueda. Un Cristo magníficamente retratado en «La última tentación» y un «Cristo de nuevo crucificado». Esta misma ansiedad metafísica la lleva a la vida del Santo de Asís. En su eterna búsqueda, Niko buceó en las fuentes del Budismo (escribió una novela sobre Buda) y pasó algún tiempo retirado en el Sagrado Monte Athos. Es curioso que la Iglesia Ortodoxa y la Católica censuraran sus obras, por pensar que lo allí relatado tenia un tufo demasiado humano, cuando es de lo humano, de la carne, de donde emana el espíritu.
«El pobre de Asís« es una alegoría al “amor universal”, es una bella historia de cómo un sencillo hombre, alcanza el corazón del mundo a través del corazón de sus semejantes. Lo sencillo, lo débil, lo pequeño, lo que pasa desapercibido, es el foco de atención de Francisco, pues es aquí donde mejor se percibe el Espíritu, Dios y si preferimos el Anima Mundi Platónico. Kazantzakis entroncó con el espíritu franciscano mejor que ningún otro autor, ahí queda su obra, una obra eterna, que siempre es un reencuentro con el Alma eterna.
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