Llega la noche de Reyes, la cabalgata está dispuesta a recorrer las calles de pueblos y ciudades de todo el mundo, los niños esperan con ansiedad los regalos que sus Majestades Reales les traerán en el silencio y oscuridad de la noche y los padres ultiman en el mayor de los secretos, los presentes que ocultaran bajo Belenes y recargados adornos navideños.Año tras año, se repite el mismo rito de la noche de Reyes, fiesta, misterio, expectación y sobretodo alegría mezclada con ansiedad; roscón de Reyes, chocolate, dulces y fiesta en las calles. Así es para una cuarta parte de la población mundial que vivimos en la opulencia laica de la civilización occidental, donde lo importante es el hedonismo, la felicidad de nuestros hijos por encima de todo cuanto nos rodea, sin dolor, frustración, un mundo almibarado más propio de una película de Disney que la cruda realidad en la que vive las otras terceras partes de la población, donde sigue existiendo la explotación infantil, la violación de los derechos humanos, la hambruna, la guerra, el exilio y el eterno drama humano, que de manera recurrente se repite una y otra vez, delante de nuestra hipnagógica e inerte mirada.
Por eso hoy más que nunca debemos recordar el verdadero sentido de «nuestras tradiciones”, que como su nombre indica, repiten una y otra vez mensajes que la humanidad tiene la necesidad de repetirse asimismo, para que no caiga en el olvido su profundo sentido y no pueda ser desvirtuada la realidad. El verdadero mensaje de la noche de Reyes, es que la magia existe en nuestras vidas, cada minuto de nuestra existencia, así como la propia existencia. El nacimiento de Jesús fue una epifanía de lo divino en el tejido de la realidad, por eso puede considerarse que fue un milagro; las leyes físicas del mundo se rompieron y los divinos veladores del orden permitieron que algo maravilloso aconteciera, en lo que parecería imposible, pero demostrando que lo divino está en nuestras vidas, en nuestras existencias. El verdadero Mago, es un vehículo entre cielo y tierra, que es capaz de “ver”, lo mágico y divino en cada pequeño fenómeno de la vida cotidiana. Los Reyes Magos pudieron ver a Cristo, en el pequeño, pobre y desvalido niño nacido en un humilde establo, porque ellos eran capaces de ver más allá de las apariencias, mas allá de lo fenoménico, más allá de lo que los hindúes llamarían Maya, las apariencias de la realidad. Ellos pudieron intuir, percibir y “ver” la verdadera divinidad de aquel pequeño niño, aparentemente insinignifante, en un rincón de una perdida provincia romana de Judea.
Ahora, os invito a todos a recuperar el verdadero sentido de esta noche, la noche de Reyes, que es sentir que la magia existe y que trasformando nuestra mirada, podemos ver más allá de las apariencias y ver la epifanía de lo sagrado en nuestro mundo. La pequeña flor que abre sus sedosos pétalos en la duna de arena, las eternas olas del mar rítmicamente danzando, la fuerza del amanecer y la madre embarazada que se convierte en vasija divina de vida. También en el dolor de los necesitados, los discriminados por la violencia y la guerra hay vida que brota por cada poro de la existencia. Es por ellos y a ellos a los que debemos recordar en estos días, pues pese a que el dolor forma parte de la vida, solo el amor más allá de la vida, es capaz de trasformar el mundo y hacer aparecer la magia.