Érase una vez, en un lugar muy cercano y ahora mismo, donde reinan los poderosos “reyes del conocimiento”, del bien y del mal, hace cerca de 300 años, todos los reyes que habían demostrado su valor, su sabiduría y su conocimiento, decidieron abandonar sus reinos y unificarlos, para poder ser más grandes, fuertes y respetados. Esta es la historia de un destierro.
Todos ellos habían demostrado en más de mil batallas, que eran capaces de administrar con justicia y sabiduría, con magnanimidad y equidad, su poder. Hace cerca de 300 años, se reunieron en torno a los alambiques de un egregio y reputado alquimista y hablaron de sus cosas, de cómo compartir sus riquezas, sus reinos, su sabiduría. Ellos pensaron que si unían sus esfuerzos, sus súbditos vivirían mejor . Los habitantes de sus pueblos, aldeas y ciudades, eran el bien preciado que tenían que preservar, pues sus hombres, mujeres, ancianos y niños, confiaban en ellos, ellos eran sus referentes morales, ellos representaban los grandes valores del honor, la justicia y la sabiduría.
Estos monarcas pidieron al alquimista que les ayudara en este importante proceso de unificación, pues él era sabio y no tenía intereses en ningún reino, su tierra era allende los mares, donde el sol nace cada día y los hombres tienen extrañas costumbres. Aquel consejo de monarcas presidido por el alquimista, dictó leyes, normas de conducta… y acordó que todos y cada uno de los monarcas reinaran durante ciclos de cuatro años y fueran alternándose en el trono, sin guerras, sin conflictos.
También decidieron buscar un lugar en el valle, donde confluyen todos los caminos, para edificar el Castillo/Fortaleza del nuevo reino que dieron en llamar «Real Liceo de la humanidad». Cuando concluyó la unificación, se celebraron torneos, juegos y banquetes, para celebrarlo junto con su pueblo. El pueblo alborozado les jaleaba, les vituperaba, ellos eran sus referentes, no habría pobreza, infelicidad, dolor ni injusticia. Todo hombre tendría comida, hogar, justicia y atenciones en la educación y en la enfermedad. Vinieron años y centurias de dicha y riqueza, pero con el paso de los años y la desaparición de los monarcas, padres de la patria, en sus puestos fueron siendo elegidos sus hijos, sus descendientes, que habían nadado en la abundancia, en tierra de leche y miel y… que en muchos casos, no albergaban en su pensamiento y en su corazón, los ideales de justicia de sus predecesores.
Después de tres centurias, de grandes luchas y tensiones, accedió al trono el Monarca Emmanuel, que pensó que todo aquello que habían conseguido sus predecesores le pertenecía a él, él era el Monarca, el pueblo estaba a su servicio y en su reino no podía entrar nadie que no fuera ungido por sus manos. Por ello construyó un muro en su castillo que lo separaba del resto del reino y nombró un visir, que se encargaba de vigilar los tesoros, riquezas y conocimiento del castillo. Todos aquellos señores feudales, que no eran dignos del Monarca, fueron expulsados o bien decapitados y el reino comenzó a empobrecerse porque ningún otro reino quería establecer relación política o comercial con él.
Emmanuel, era ambicioso y codicioso, envestido de una soberbia regia que le hacía sentir un semidiós. Su visir Francisco de Láncelo, era sumiso y oscuro, cual sabandija… pero era el hombre de confianza del Monarca. Por ello entre ambos, idearon un plan para saquear los tesoros del reino. Este plan consistía en nombrar un albacea del reino, que velara por las riquezas del Trono. Este albacea Sir Vincent había demostrado su sabiduría y astucia en varios reinos vecinos. El plan era perfecto, mantendrían al albacea en el desconocimiento, la ignorancia y haciéndole creer que los tesoros eran escasos, irían sacando las riquezas del castillo por la puerta norte, donde tendrían sobornado al centinela, con la ayuda del Conde Laferino, un antiguo descendiente de un monarca de un país cercano.
El problema se planteó porque Sir Vincent, en un intento de realizar sus servicios con eficacia, presteza y diligencia, descubrió el sórdido plan tramado por ambos malvados. Por ello el Monarca Emmanuel, renunció al trono, sustituyéndole en él un viejo amigo de la familia, que había sido monarca en el reino cercano de San Charles, el Monarca Pozmar. Emmanuel renunció aparentemente a todos sus privilegios, pero estableció una alianza secreta con su sucesor, encargando a su visir que siguiera estableciendo el mismo plan pactado, mientras trataba de deshacerse de él, el incomodo Sir Vincent, que había descubierto su plan. Para ello, trataron de sobornarlo con riquezas, luego con poder y…, como sus intentos fueron infructuosos, con el ingreso como Virrey, con la posibilidad de sustituir al actual monarca.
Viendo que todo aquello había sido infructuoso, se decidieron por calumniar a Sir Vicent, pues su fama y dignidad eran conocidas por otros reinos. Una muerte hubiera sido muy evidente, un destierro les delataba, así que urdieron la posibilidad de contratar al juglar del reino Antonius, para que difundiera noticias calumniosas sobre él. Sir Vincent no pudo soportar tanta insidia, la traición y la ignominia, así que una madrugada, antes de salir el sol, ensilló su caballo y partió del reino corrupto, no sin antes advertir que desde donde estuviera haría justicia y desenmascararía a los perversos.
El relato se interrumpe aquí, pero momentáneamente. La historia continua y en este blog podrás leer su resolución…es posible que incluso no tan metafórica, porque ¿Se trata de ficción o corresponde a lo acontecido en una institución sanitaria de este país?… la imaginación al poder. “Colorín colorado, este cuento no ha acabado”.