Hace unas semanas finalicé mi penúltima etapa del camino de Santiago, como habréis podido leer en nuestro blog, en “peregrino2.0”, y aunque después de sedimentar experiencias y vivencias me asaltan muchas ideas a la mente, no quiero dejar de pasar por alto, una cuestión que por deformidad personal, me ha estado acompañando todos los días del camino, y que quiero compartir con vosotros.
Pateando los más recónditos caminos de esta España rural nuestra, desde el Pirineo hasta Galicia, pasando por grandes ciudades y pequeños pueblos y aldeas, siempre nos acompaña una tónica general, algo que no suele faltar por pequeño que sea el municipio: el centro de salud o el consultorio local.
Es sorprendente que, incluso en las más inhóspitas y diminutas aldeas de España, siempre nos sale al encuentro un consultorio o centro de salud. La mayor de la veces están situados en la propia plaza del pueblo, acompañando a la Iglesia y al Ayuntamiento, símbolo del poder en la tierra de los sanadores (el poder social, el poder religioso y el poder de la salud). Es más, no creo que sea gratuita, ni mucho menos anecdótica esta situación privilegiada y preponderante. Alguien podría especular que “el ladrillo también pasó por la sanidad”. Y no lo dudo, pues así ha sido lo podemos deducir. Pero también creo que esta inmensa red de centros de atención primaria se debe al importante esfuerzo de las leyes estructurales y orgánicas que fundamentaron la Ley General de Sanidad del año 1986 y a todos los decretos que la hicieron posible: llevar la salud, hasta el más recóndito pueblo de España. Esta es una acción noble y loable, aunque ahora en un periodo de recesión económica y donde debemos mirar con lupa los recursos y el coste efectividad, es fácil caer en la tentación, de que es bastante probable que hayamos sobredimensionado esta magnifica red y deban realizarse reajustes organizativos.
Sin ser mentira lo anterior y para hacer justicia histórica, deberíamos retrotraernos entre los años 1812-1900, cuando el impulso liberal español, fue capaz de conseguir grandes empresas sociales, por ejemplo la salud rural, las escuelas y la educación y pasando también por la creación de la peseta y el cuerpo de la Guardia Civil. En esta época de crisis, ¿seguirá imperando el espíritu y mirada de grandes hombres liberales capaces de impulsar nuestra Nación?. Está por ver; de momento, aconsejo a los peregrinos del camino que visiten las plazas de los pueblos con sus iglesias y sus centros de salud, la mayoría perfectamente integrados en la arquitectura de sus pueblos; aunque eso sí, vacíos, sin profesionales. Será que, como me decía un paciente: “con solo venir a consultorio, se me pasa el dolor”.