La genialidad del humor: Antonio Mingote

Hace unos días, en la víspera de Semana Santa, un genio nos ha dejado. Estamos hablando de Antonio Mingote. Inteligente, dúctil y ante todo un caballero. El maestro de los humoristas gráficos, o si se prefiere de los viñetistas, se ha marchado físicamente, pero nos deja su intensa e inteligente obra y su magisterio.

Cuando el día 8 de abril, esperando el regreso de Madrid a Astorga, me tomo un café en el bar de la estación y abro el dominical de ABC, me asalta la página dominical de Antonio Mingote. Desde que falleció hace unos días, le he estado dando vueltas, una y otra vez, a escribir sobre el genio del humor gráfico. Mi blog, tu blog, no es una web informativa, ni siquiera recoge la mayoría de las veces los hechos más importantes de la jornada; por eso me resisto a escribir una necrológica al maestro del humor. Estos días los medios de comunicación han bombardeado continuamente con noticias acerca de Mingote con su genialidad, su crítica social, su bondad y su carisma. No soy yo nadie para hablar del maestro, por no haberlo conocido personalmente, ni ser un experto en humor gráfico; pero me he decidido a realizar una pequeña reflexión sobre la genialidad de Mingote, y es que la imagen del dominical del ABC fue una llamada a modo de señal, para poner en marcha mi voluntad.

En dicha imagen, a mí no me gusta llamarle chiste, pues minusvalora el verdadero sentido y naturaleza de su creación, aparece una gran máquina sofisticada, llena de botones, que es un ordenador; y los científicos curiosos escudriñan el eterno rollo de papel que sale de su interior, donde la ciencia cibernética e informática expresa el resultado de sus investigaciones complejas. Los sabios leen: “reflexión-resumen: más vale pájaro en mano que ciento volando”. El gigante informático solo había podido concluir sus investigaciones con un castizo refrán español; ¿contraposición entre ciencia y tradición?, ¿crónica al fundamentalismo científico?, o ¿tan sólo sátira social?. Lo que sí podemos observar es que en una imagen y un simple diálogo, se resume un concepto, una idea o bien se expresa una reflexión. Esa es la genialidad del maestro Mingote. Por eso no son chistes, ni simples viñetas gráficas, son la suma de varios factores que componen la gestalt de la situación. El genio transmite sus ideas y su pensamiento con limpieza, con simplicidad, y es eso lo que nos llega a los que contemplamos la escena, alcanzando la comprensión de una manera instantánea y súbita, como si se hubiera tratado de una “iluminación” espontánea y súbita. Estoy convencido de que la obra gráfica de Antonio Mingote será estudiada, no sólo en las escuelas de Bellas Artes, sino en las facultades de Comunicación, Sociología y Psicología. De momento, aprendamos del genio, sobre todo de su humildad, elegancia y caballerosidad

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