De todas las experiencias de mi larga carrera profesional, la que más me han enseñado sin lugar a dudas, son las experiencias en cuidados paliativos. Estas experiencias, sitúan al clínico frente a dilemas éticos y asistenciales, y al ser humano ante dilemas existenciales.
Cuando comencé mi ejercicio profesional en los años 80, aún no se habían establecido las primeras unidades de cuidados paliativos en España y lo peor es que no existían procedimientos y cuerpo de conocimiento en torno al final de la existencia del ser humano. Esto hacía que los médicos, actuáramos según nuestro criterio y nuestro propio entender. El movimiento de atención a pacientes críticos y cuidados paliativos, procede principalmente del Reino Unido y llega a España, como siempre, con una década de retraso. Por azares de la vida, asistí en Madrid a la creación de una de las primeras Unidades de Cuidados Paliativos (UCP) y fui coordinador, en el centro de salud donde trabajaba, de la atención a pacientes terminales, lo cual me llenó desde el punto de vista profesional y personal. El aprendizaje fue duro pero gratificante al más alto nivel, pues fue capaz de hacerme mejor médico y mejor persona.
Estas vivencias las relato en un libro titulado “La sombra del dolor”, donde en el capítulo, “El camino de los héroes”, se describe mi experiencia en la atención paliativa y terminal a un niño, Israel, que murió de un sarcoma de Ewing. Esta experiencia para mí, marcó un antes y un después tanto en mi vida profesional como personal, quizás, porque me hizo ascender un peldaño más en la dimensión humana de nuestra profesión y, sobretodo, en las grandes capacidades del ser humano para sanar, consolar y entregarse a los demás.
El artículo de Leonardo De Lillo que os enlazo a continuación, es claro y conciso, y nos enseña los principios fundamentales de la bioética clínica aplicada a los cuidados paliativos y más concretamente a dos temas de gran actualidad: el encarnizamiento terapéutico y el derecho a una muerte digna. El autor concluye su articulo con un contundente pensamiento de Víctor Frankl, que resume su esencia: «El hombre no se destruye por sufrir, el hombre se destruye por sufrir sin ningún sentido”.
Referencia artículo: Lillo, L. Del encarnizamiento terapéutico a una muerte digna. Revista de Bioética y Socioantropología en medicina, 2011; vol 6, n.2
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